LLANES, TURISMO PARA HOY… DESPOBLACIÓN PARA MAÑANA

 

La puesta en marcha de Casa 47, la nueva empresa estatal de vivienda, marca un primer intento del Gobierno por transformar en alquiler asequible parte del parque residencial público que llevaba años sin uso. Su estreno en Asturias se produce en Mieres, donde se han sacado a convocatoria 37 viviendas de obra nueva situadas en el conocido “edificio negro” del ensanche de La Mayacina, un bloque terminado en 2011 por la empresa pública Sepes y que había permanecido vacío desde entonces. Se trata de pisos sin estrenar, de uno a cuatro dormitorios, con superficies que van desde los 49 hasta casi 150 metros cuadrados, todos ellos con plaza de garaje y algunos con trastero. El alquiler se ha fijado en 5,8 euros por metro cuadrado, lo que sitúa las rentas entre 344 y 735 euros mensuales, con una media en torno a los 413–416 euros, claramente por debajo del mercado. La adjudicación se hará por sorteo ante notario entre quienes cumplan los requisitos de ingresos y estén inscritos en el Registro de Demandantes de Vivienda Protegida del Principado, sin exigir empadronamiento previo en Mieres. La iniciativa se presenta como una experiencia piloto y puede consultarse en detalle en la web oficial de Casa 47 https://bit.ly/4qhW9hh


 Viñeta: Enrique Riestra nos explica el problema de la vivienda en Llanes

Esta convocatoria asturiana forma parte de un plan estatal más amplio, con el que Casa 47 ha sacado al mercado un total de 171 viviendas en alquiler asequible procedentes de la Sareb y repartidas entre Asturias, Galicia y la Comunidad Valenciana. Junto a Mieres, se ofertan 67 viviendas en Vigo, con precios un 35% inferiores a los del mercado libre, y otras 67 en Valencia, muchas de ellas situadas en municipios duramente afectados por la DANA de octubre de 2024. En todos los casos, el modelo de acceso es similar: inscripción online, sorteo público, asignación provisional, visita de la vivienda y firma de contratos de larga duración que pueden alcanzar hasta 75 años, mediante prórrogas automáticas siempre que se mantengan las condiciones. El plazo de inscripción permanecerá abierto hasta el 20 de febrero, y toda la información está disponible en el portal de la entidad https://bit.ly/4s2JLDH

El lanzamiento de estas promociones públicas contrasta, sin embargo, con la paradoja estadística que rodea al mercado inmobiliario asturiano. Según el último informe oficial del Ministerio de Vivienda, en Asturias existirían 9.821 viviendas nuevas sin vender, una cifra prácticamente idéntica a la del año anterior y que nadie en el sector logra explicar. Ni las inmobiliarias ni la propia Administración autonómica reconocen la existencia de ese supuesto stock, especialmente en los principales núcleos urbanos, donde la obra nueva disponible se vende con rapidez. El Ministerio obtiene el dato mediante un cálculo acumulado —viviendas terminadas menos compraventas registradas— que ya en el pasado ha sido cuestionado por generar importantes distorsiones a escala provincial, algo que el propio Estado llegó a admitir en una nota técnica hace más de una década.

Los indicadores recientes refuerzan la idea de que ese stock “fantasma” no se corresponde con la realidad. En el año 2025 cae con fuerza la vivienda en bloque iniciada, aumentan las promociones pequeñas y unifamiliares, se dispara la rehabilitación, y la demanda sigue creciendo, con más compraventas, más hipotecas y precios al alza en la obra nueva. A ello se suma una oferta muy limitada visible en los portales inmobiliarios, muy lejos de las casi 10.000 viviendas vacías que reflejan las estadísticas oficiales https://bit.ly/48MBdsW.

El escenario que nos dibuja esta realidad está marcado por la escasez real de vivienda disponible, el intento del Estado de movilizar inmuebles públicos que llevaban años cerrados y una profunda desconexión entre las cifras oficiales y la realidad del mercado, especialmente en una comunidad como Asturias, donde la demanda sigue presionando pese a la aparente abundancia que reflejan los datos ministeriales.

La realidad que dibujan las informaciones analizadas conduce a una conclusión clara: el mercado inmobiliario asturiano vive una tensión estructural entre una oferta muy limitada y una demanda sostenida, mientras las estadísticas oficiales no logran reflejar con precisión lo que ocurre sobre el terreno. Asturias aparece, sobre el papel, como una comunidad con miles de viviendas nuevas vacías; sin embargo, la experiencia diaria de compradores, promotores, inmobiliarias y administraciones locales muestra justo lo contrario: la obra nueva es escasa, se vende rápido y a precios crecientes, y buena parte del esfuerzo del sector se está desplazando hacia la rehabilitación.

El lanzamiento de iniciativas como Casa 47 pone de manifiesto otro rasgo clave del mercado: existe vivienda construida que no cumple una función social efectiva hasta que interviene el sector público. El caso de Mieres, con un edificio terminado hace más de una década y ahora reutilizado para alquiler asequible, evidencia que el problema no es solo cuántas viviendas hay, sino dónde están, para quién son accesibles y en qué condiciones. La vivienda no falta de forma abstracta; falta allí donde se necesita y a precios compatibles con los ingresos reales de la población.

En el conjunto de Asturias, el mercado se caracteriza por:

  • Escasa promoción de vivienda nueva, especialmente en bloque.
  • Fuerte demanda, tanto para compra como para alquiler.
  • Incremento de precios, moderado pero constante.
  • Peso creciente de la rehabilitación, frente a la expansión urbana.
  • Desajuste entre estadísticas estatales y realidad local, que dificulta una planificación eficaz.

Este contexto general se acentúa aún más en el caso de municipios turísticos como  Llanes, donde confluyen factores específicos que hacen del acceso a la vivienda un problema especialmente delicado. Llanes es un municipio con alta presión turística, fuerte atractivo residencial y un parque de vivienda muy condicionado por las segundas residencias y el alquiler vacacional. Aquí, la vivienda no solo es un bien básico, sino también un activo económico ligado al turismo, lo que reduce aún más la disponibilidad para residentes permanentes, jóvenes y familias trabajadoras.

Bajo un gobierno municipal de la ultraderecha de, VecinosxLlanes y PP, la realidad inmobiliaria se resume en:

  • Muy poca vivienda nueva destinada a residencia habitual.
  • Precios elevados, desconectados de los salarios locales.
  • Dificultades crecientes para fijar población joven.
  • Conflicto latente entre uso turístico y derecho a la vivienda.
  • Escaso margen municipal, si no hay apoyo autonómico o estatal.

Así, la conclusión de fondo es que Asturias no sufre un exceso de vivienda, sino una mala distribución y una falta de vivienda accesible, y que en municipios como Llanes el problema es aún más agudo por la presión turística y la limitación del suelo. Las experiencias piloto de alquiler asequible muestran un camino posible, pero insuficiente si no se acompañan de políticas locales valientes, coordinación entre administraciones y una revisión honesta de los datos oficiales. Sin ello, el riesgo es claro: pueblos cada vez más bonitos y prósperos en verano, pero cada vez más difíciles de habitar todo el año.

La situación descrita en Llanes no es únicamente un problema de vivienda: es un problema estructural de arraigo, de cohesión social y de viabilidad económica a medio y largo plazo. Cuando el acceso a la vivienda se vuelve inaccesible para quienes nacieron, crecieron y desarrollaron su vida en el municipio, el impacto trasciende lo residencial y acaba afectando al conjunto del sistema económico y social local.

La falta de vivienda asequible para residencia habitual expulsa de forma silenciosa pero constante a la población joven y a las familias trabajadoras. Hijos e hijas de Llanes, aun teniendo empleo en el concejo o en la comarca, se ven obligados a marcharse a otros municipios del interior o directamente fuera de Asturias. Este éxodo no responde a una falta de apego al territorio, sino a una imposibilidad material de construir un proyecto de vida allí donde tienen sus raíces. El resultado de la gestión de este gobierno fascista que hoy anida en el Ayuntamiento de Llanes es un quiebre generacional: los jóvenes no se quedan, no regresan tras formarse y no pueden independizarse en su propio pueblo. La “riestocracia” que lleva gobernando algo más de diez años, ha seguido a pies juntillas los dictámenes de sus patrocinadores, la asociación llanisca de enemigos de Llanes (AVALL).

La consecuencia inmediata de esta dinámica es el envejecimiento acelerado de la población residente permanente. Llanes se llena en verano, pero se vacía en invierno. El padrón se sostiene cada vez más sobre población mayor, mientras que la población activa disminuye. Esto tiene un efecto directo sobre la actividad económica real, más allá del turismo estacional: menos trabajadores disponibles, menos emprendimiento local, menos consumo durante todo el año y una economía cada vez más dependiente de ciclos turísticos cortos e intensos.

Esta pérdida de población estable, repercute de forma directa en la prestación de los servicios públicos. Con menos vecinos empadronados y menos actividad económica regular, la recaudación municipal se debilita. Menos impuestos directos, menos tasas, menos actividad comercial continuada. Al mismo tiempo, el coste de mantener servicios básicos no disminuye en la misma proporción. El municipio entra así en una espiral perversa: menos población implica menos recursos, y menos recursos implican peores servicios, lo que a su vez hace el municipio menos atractivo para vivir todo el año.

Los servicios más sensibles a esta dinámica son precisamente los que garantizan la calidad de vida cotidiana:

·         Centros educativos con riesgo de pérdida de alumnado.

·         Dificultades para mantener personal sanitario, educativo o administrativo que no puede vivir en el propio municipio.

·         Comercio local que no resiste fuera de la temporada alta.

·         Transporte público insuficiente por falta de demanda estable.

Además, la “turistificación” del parque de vivienda introduce una distorsión profunda en el mercado. La vivienda deja de cumplir su función social y pasa a comportarse casi exclusivamente como un activo financiero. Esto no solo eleva los precios, sino que rompe los vínculos comunitarios: barrios con casas cerradas gran parte del año, vecindarios sin vida cotidiana, asociaciones que pierden miembros y una identidad local cada vez más diluida. Llanes corre el riesgo de convertirse en un parque temático, pero sin comunidad sólida que lo sostenga.

Desde el punto de vista del desarrollo económico, la ausencia de arraigo es letal. No hay desarrollo local sin población estable. No hay relevo generacional en los negocios, no hay continuidad en los oficios, no hay tejido productivo diverso. La economía se vuelve frágil, dependiente de factores externos y extremadamente vulnerable a crisis turísticas, climáticas o económicas. El municipio deja de ser un espacio donde se vive para convertirse en un espacio que se consume.

En este contexto, la limitada capacidad de actuación municipal —agravada si no existe una estrategia clara y valiente en materia de vivienda— acentúa el problema. Sin colaboración con el Principado y el Estado, sin promoción decidida de vivienda pública o protegida para residentes, y sin una regulación efectiva de los usos turísticos, el mercado actúa por inercia y excluye sistemáticamente a la población local. El resultado no es neutral: favorece a quien compra para invertir y penaliza a quien quiere vivir.

La consecuencia final es profunda y preocupante: Llanes corre el riesgo de perder su condición de comunidad viva. No por falta de atractivo, sino por exceso de exclusión propiciada por las políticas de un gobierno fascista de Vecinos y PP como el que hoy gobierna el municipio . Un municipio sin arraigo es un municipio sin futuro: con menos economía real, menos servicios públicos, menos cohesión social y menos capacidad para decidir su propio destino. Sin un cambio de rumbo que sitúe el derecho a la vivienda y el arraigo vecinal en el centro de la política local, el peligro no es solo la despoblación, sino la desnaturalización completa del municipio como lugar para vivir, trabajar y pertenecer.

Para terminar el post quiero manifestar que lo que hoy sucede en Asturias —y de forma especialmente cruda en Llanes— no es una anomalía coyuntural ni el resultado de una mala racha económica: es la consecuencia directa de años de decisiones políticas que han renunciado a garantizar la vivienda como derecho y la han entregado al mercado como mercancía. La paradoja es evidente y dolorosa: mientras se habla de miles de viviendas vacías en los informes oficiales, la población local no puede vivir en su propia tierra; mientras se presume de atractivo, se vacían los pueblos de vida; mientras se celebra el éxito turístico, se erosiona la base social que lo hace posible.

Asturias avanza hacia un modelo desequilibrado, donde la vivienda asequible solo aparece cuando el Estado interviene de forma excepcional —como en el caso de Casa 47— y donde la planificación pública llega tarde, fragmentada y sin continuidad. La desconexión entre los datos y la realidad no es inocua: sirve para justificar la inacción, para negar la urgencia y para perpetuar un sistema que excluye a quienes sostienen el territorio con su trabajo y su vida cotidiana.

En Llanes, esta deriva alcanza su expresión más descarnada. El municipio corre el riesgo de convertirse en un escaparate sin vecindario, en un lugar bello pero inhóspito para vivir todo el año. La expulsión de la población joven, la pérdida de arraigo, el debilitamiento de los servicios públicos y la dependencia casi exclusiva del turismo estacional no son daños colaterales: son el resultado lógico de priorizar el interés del inversor sobre el derecho del vecino, del visitante sobre el habitante, del beneficio a corto plazo sobre el futuro colectivo.

Un territorio sin arraigo es un territorio sin soberanía social. Sin población estable no hay economía diversa, no hay servicios sostenibles, no hay comunidad política real. Solo queda la postal. Y las postales no educan, no cuidan, no emprenden, no pagan impuestos ni sostienen lo común.

El epílogo, por tanto, es una advertencia: sin un giro profundo en las políticas de vivienda, Asturias y Llanes no se vaciarán de edificios, sino de sentido. Y cuando un lugar deja de ser habitable para su gente, deja de ser, en esencia, un lugar.

Ya lo dijo Zygmunt Bauman: “Cuando el mercado ocupa el lugar de la política, la desigualdad se convierte en paisaje.”

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